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Mas ese miedo a la libertad no es solo un fenómeno de nuestra época. Ni la delegación de sus derechos que efectúan los hombres ni las inútiles invocaciones a lo abstracto conducen a ninguna otra parte que no sea a la desgracia consiguiente a esa dejación. Ya Homero se apresura a aclarar en Odisea la torpeza de los seres humanos: ¡Ay, ay! ¡Cómo les echan las culpas los mortales a los dioses! ¡Pues dicen que de nosotros proceden las desgracias cuando ellos mismos por sus propias locuras tienen desastres más allá de su destino! Ciertamente si los hombres se ratificaran en sus capacidades y vieran con claridad su fuerza podría corregirse el destino a tiempo. La mayor locura es la renuncia. El mayor error es la entrega ciega a los que se erigen en nombre de los hombres para capitanearlos. Hasta la Democracia, acaso el sistema más perfeccionado que los humanos hayan inventado para su coexistencia, hace agua porque ya no responde a la fe laica de los ciudadanos, una vez que estos se han dejado extraviar y han renunciado a los nuevos objetivos de cada tempo histórico.  



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