16/5/12

136.






Si algo hay divertido en la cultura humana son los cambios de conducta y de pensamiento que tienen lugar a lo largo de nuestra vida. No solo a largo plazo sino con frecuencia cada vez más vertiginosa. Por ejemplo, hasta no hace mucho el autobús o el metro eran unos de mis lugares favoritos para leer. Desde que el teléfono móvil se ha adueñado de bolsos y bolsillos leo menos. No hay quien se centre en la lectura. La interferencia de llamadas y conversaciones telefónicas da lugar a nuevos textos inesperados cuando no a lecturas interactivas. De tal modo que no sé bien si estoy leyendo el libro que llevo o la historia que cuenta el que va a mi lado, el de atrás o el de en medio. Al bajarme en la parada me doy cuenta de que no sé muy bien a qué parte de la historia textual me llego ni de qué manera lo que he oído forma parte de aquella o si lo que leo se ha quedado a bordo. 





2 comentarios:

  1. El transporte público siempre ha sido una fuente inagotable de historias de otros. Yo me he inspirado en ellas, a menudo. Ahora, con estar al lado de alguien ya es suficiente: se cuenta la intimidad impúdicamente, como si el móvil pudiera borrar a los transeúntes y sus oídos.

    ResponderEliminar
  2. En efecto, se está complicando mucho el viaje...

    ResponderEliminar